Siendo que el marco proporciona el hábitat para el lienzo, lo protege del entorno al tiempo que ayuda a que conviva en paz con otros, cada uno en su singularidad,  conviene dedicarle tiempo para elegirlo con cuidado. No es una pieza de temporada con fecha de caducidad anunciada. Tiene, además, su propia categoría dentro del mobiliario y no cabe en simples clasificaciones.

 

La función del marco es potenciar el valor de la obra que alberga, ya sea lienzo de afamadísimo pintor o tembloroso  trazo de niño que esboza el mundo en un dibujo. No será el mismo marco en ambos casos pero, en cada uno, ha de cumplir su cometido  y ahí sí coinciden: que la obra luzca en todo su esplendor, transmita cuanto dentro tiene que siempre es más de lo que los ojos ven. Está el pulso del artista, el latido del paisaje, los sueños del mar… toda la fantasía del niño.

 

A veces, como el buen mayordomo, es más eficaz cuando menos se le ve, otras asume labores protagonistas y llena la estancia  con su glamur, multiplica la espacio, devuelve lámparas y soles…o acentúa la magnificencia académica del nombre que en la orla resplandece.

 

Qué decir cuando el marco vaya a hospedar un espejo que ha de contener tu imagen comprobando la caída del vestido, la raya del pantalón…  Lo benéfico de la sonrisa con que sales de casa. O regresas a ella junto a tus afectos. Devolverá, entonces,  el marco en tu imagen la importancia que a ti mismo te concedes. Te verás contenido en él, abrazado y serás barroco o funcional, un punto gótico…

 

 JLSC